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La seguridad es un tema poliédrico que ha estado presente en la vida de los seres humanos desde los albores de nuestra especie. Estamos ante una aspiración universal que ha acompañado a la humanidad en todas sus manifestaciones culturales y a cada persona desde el momento de su nacimiento, ya que la seguridad emocional que los padres le ofrecen a sus hijos, les permite desarrollar en mayor medida su curiosidad y capacidades exploratorias. Vivir en un entorno en el que las personas puedan sentirse seguras es la máxima garantía que podemos tener para llevar a cabo un proyecto de vida satisfactorio. Este proyecto vital no se planifica de forma aislada sino en clara armonía con el resto de la comunidad de la que formamos parte, con la que compartimos el sentido que damos a nuestra vida sobre la base de una seguridad, que en tanto que sentimiento, nos cohesiona y relaja, y nos permite, desde la confianza sobre la que se sustenta, disfrutar de los bienes que nos ofrece el territorio que compartimos. Los atentados de las Torres Gemelas visibilizaron la importancia que la seguridad tiene en el desarrollo de nuestras vidas y fueron muchas las disciplinas que se interesaron por ella, pero este tratamiento multidisciplinar lejos de esclarecer el concepto de seguridad, lo han convertido en un término ambiguo. De ahí la conveniencia de incorporar la Antropología, desde cuya aproximación holística nos permite proponer un modelo integral de la seguridad en el que se analice al individuo, con una clara referencia a las emociones, y especialmente al sentimiento de seguridad. A la sociedad cuya organización debe articular una serie de normas e instituciones que de manera racional garanticen la vida de las personas y sus derechos. A la cultura, en cuya pertenencia encuentran los individuos el arraigo que les identifica con el conjunto de creencias y valores compartidos en ella y que confieren sentido a su propia existencia y a la de su comunidad. Y todo ello referido a un contexto geopolítico, en el que, como dice Deleuze y Parnet (1997: 71) ?los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos?. En el ámbito de la Antropología de las Emociones se plantea como necesario analizar antropológicamente la seguridad como sentimiento que se construye culturalmente en estrecha relación entre el individuo y su comunidad. No se puede hablar de seguridad institucional, sin analizar la percepción social que se tiene o no de ella, la sensación de vulnerabilidad, inseguridad y desconfianza que podemos constatar a través del trabajo de campo. Las aportaciones de los participantes en esta publicación asumen esa perspectiva disciplinar expuesta desde los análisis de macroestructuras que pretenden garantizar la seguridad, como la OTAN y la ONU estudiadas por Ercolani y Langholtz respectivamente, hasta la sensación real de los seguidores del movimiento Ocupemos Wall Street estudiado por Moretti-Langholtz, o las reflexiones sobre las víctimas de la guerra de Bosnia-Herzegovina planteadas por Pangerc. Y todo ello desde la propuesta de relacionar Antropología y conflictos planteada por Ramazzotti y completada por Farrands a través de una ethnografía visual que muestra la manipulación a la que nos someten los Medios. A todas estas contribuciones habría que añadir la Introduction propuesta por Antón y Ercolanni en la que se ofrece una revisión crítica de los ?Estudios de Seguridad? y se reivindica la conveniencia de incorporar a la Antropología como ciencia holística para analizar este tema. Especial relevancia adquiere el prólogo presentado por Álvarez Munárriz en el que se propone un modelo integral de seguridad y las conclusiones ofrecidas por Boni en las que plantea ?una nueva gramática para las relaciones internacionales en el nuevo orden mundial?.
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